En el tranquilo enclave de Herrera de Ibio, perteneciente al municipio de Mazcuerras, se levanta esta casona-palacio que combina el peso de casi dos siglos de historia con la solidez de una rehabilitación integral realizada hace apenas diecisiete años. La propiedad no se ofrece como una mera vivienda, sino como un espacio cargado de carácter, donde cada detalle arquitectónico dialoga con su entorno natural.
El conjunto se asienta sobre una parcela de 2.872 m², cerrada por altos muros de piedra y presidida por una portalada que marca la entrada a un mundo aparte. En su interior, el jardín, maduro y bien cuidado, está poblado de árboles de gran porte que aportan sombra, recogimiento y belleza estacional.
La edificación principal alcanza los 929 m² construidos y se distribuye en tres plantas. En la planta baja, los espacios se suceden con la nobleza de los grandes inmuebles cántabros: zaguán, salón-comedor, salas de estar, cocina y despensa, con salida a un invernadero que conecta de manera fluida con la construcción auxiliar. En la planta primera, la escalera desemboca en una biblioteca-salón que abre paso a cinco dormitorios, cuatro baños y una solana que deja entrar la luz del paisaje circundante. La planta bajo cubierta acoge un estudio diáfano, un refugio ideal para el trabajo o la contemplación.
El edificio auxiliar, concebido para el servicio y el esparcimiento, suma espacios tan prácticos como el garaje, almacenes, trastero y cuarto de calderas, junto a estancias de ocio como la barbacoa, el bar-asador o la sauna.
La rehabilitación respetó la esencia del palacete: muros de mampostería y sillería, cubiertas de teja cerámica, artesonados de madera vista y pavimentos que alternan mármol en la planta baja y madera en los niveles superiores. La atmósfera interior conserva la calidez de lo clásico, reforzada por acabados nobles y el equilibrio entre piedra, madera y luz.
El entorno, en plena comarca del Saja-Nansa, ofrece un contraste perfecto entre la serenidad rural y la cercanía a la costa cántabra, con Comillas y San Vicente de la Barquera a poco más de quince minutos. Santander, capital de la región, se encuentra a 46 km, lo que otorga a esta propiedad un doble valor: retiro íntimo y conexión con los principales puntos de la región.
Este palacete de Herrera de Ibio se presenta como una oportunidad para quien busque habitar —o preservar— un inmueble singular, sólido y con una impronta que trasciende modas y épocas.
